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domingo, 31 de octubre de 2010

NADA QUE PERDER

NADA QUE PERDER

Los recientes acontecimientos en la UACJ nos comprueban lo que sabemos hace mucho, que siempre será la población la que sufra los estragos de las guerras de posicionamiento de la delincuencia organizada en instituciones democrático-burguesas o en "sofisticadas" bandas criminales.

La aparencial guerra contra el narcotráfico justifica en los hechos una creciente militarización del país y una paranoia masiva que nos hace cada vez más dependientes del estado y su estructura mediante la ficción protectora de este aparato de terror. Además abre el camino para el otorgamiento de mayor poder e impunidad para el ejército por encima de "autoridades civiles"para tener un mejor control social.
No se puede negar que cada día estamos más hartos de esta realidad que no es ni circunstancial ni temporal y que son los jóvenes en quienes recae con mayor fuerza el resultado de este sistema desigual y carcelario. El estado ha encontrado en la población joven el perfecto caldo de cultivo para paliar la crisis que inevitablemente genera el capitalismo; la juventud es el gran ejército de parados al que se le puede extraer mayor plusvalor y de manera más salvaje. Sin embargo de modo que aparenta ser contradictorio, la juventud se ha convertido también en una gran amenaza para la estructura capitalista ya que esta agria realidad ha dado un magnífico impulso a la actividad de grupos e individuos, que con diferentes tácticas dirigen toda su acción a la transformación radical (fondo y forma) del entorno.

El narcotráfico como exitosa empresa capitalista no puede funcionar fuera del libre mercado, es por ello que jamás podremos encontrar en él un aliado en nuestra lucha contra el estado, dado que este sistema les funciona bastante bien para los objetivos que comparten con otros empresarios capitalistas: la explotación y la acumulación. Además cumplen de manera ejemplar con el propósito de aniquilar los anhelos de libertad de los desposeídos. La dependencia a los narcóticos es una cadena más a las miles que ya arrastramos, solo que ésta nos sujeta con más fuerza pues disminuye significativamente nuestra capacidad reflexiva y actuante.

La guerra esta declarada hace tiempo o ellos o nosotros y no lo lograremos solo observando o indignándonos cada vez que un compañero cae sino vengándolo en cada acto. La rabia existe y aunque no es teoría, es una expresión inequívoca del desesperante y desquiciante contexto en el que infrahumanamente sobrevivimos. Cada quién con sus afines y sus medios pero todos a derrotar la opresión. Hagamos sentir nuestra cólera en calles, escuelas, centros de trabajo y allí donde la cuerda sobre nuestros cuellos se esté tensando, ya no hay más que perder.

MIL HOGUERAS ILUMINAN MEJOR EL CAMINO
Goldman CL.

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