---------- Mensaje Reenviado ----------
A cuatro días de intensas protestas en Turquía surgen por el mundo diversas voces de solidaridad, algunas de ellas honestas y respaldadas con acciones firmes que por doquier nos recuerdan que todas las batallas del pueblo contra la burguesía y el estado están justificadas y son legítimas
No podemos negar la alegría que nos produce ver los símbolos del capital siendo destruidos, miles de personas resistiendo las embestidas policiales y haciendo suyas las calles ese lugar que es por excelencia el terreno de lucha de los trabajadores; nos emociona hasta el paroxismo ver a los jóvenes turcos levantando barricadas y ocupando plazas.
Sin embargo en este ambiente no podemos dejar de notar la actitud hipócrita y oportunista de grupos e individuos para quienes el ejercicio de la violencia de clase en cualquier lugar del mundo es sinónimo de revolución pero si esa iniciativa surge aquí es provocación, infiltración y vandalismo.
Vomitivos son ya sus argumentos sobre la falta de condiciones sociales, la correlación de fuerzas; cómplice del sistema es su pacifismo a ultranza. A ratos risa y a ratos rabia causa el discurso de estos gentleman de la lucha social que exaltan la respuesta contundente del pueblo turco frente a la represión y aquí nos señalan cual policías si encaramos de la misma forma a los perros guardianes del orden impuesto. Su única propuesta para combatir la represión es regalar flores a los policías, nada más vergonzante.
Para muestra de ello el 1º de diciembre de 2012 fecha en que el hartazgo que genera este pútrido sistema se expresó en las calles y fecha en que estos reformistas se descararon como lo que son apagafuegos a quienes la democracia electoral les viene bien, oportunistas en busca de puestos de poder o sanguijuelas que lucran con los movimientos sociales, los casos más perversos (que son la mayoría) reúnen todas estas características.
Ellos, los que abandonaron a la suerte carcelaria a nuestros compañeros detenidos el 1º de diciembre y que luego se llenaron la boca con su liberación, ellos que condenaron la toma de rectoría y después se quisieron montar en el diálogo para beneficiarse políticamente; son éstos los que se "solidarizan" sólo discursivamente con el pueblo turco.
Olvidan (a propósito) que los trabajadores y parados en todo el mundo compartimos la misma tragedia explotadora a que nos somete el capital nacional y extranjero, que cada día se agota hasta hacerse mentira la promesa democrática de bienestar, que la burguesía acota cada vez más los espacios públicos para recordarnos continuamente la brecha social, política y económica que nos separa.
Pero luchas como la del pueblo turco les recuerdan a nuestros enemigos que también hay una brecha moral entre ellos y nosotros y que la miseria generalizada y el hartazgo que esta situación origina nos convoca a plantar cara, a buscar alternativas y evidentemente también, nuevas formas de lucha que apunten a la derrota definitiva del capitalismo. En su ruina residen todas nuestras posibilidades futuras y no nos conformamos con menos.
Este sentimiento y realidad compartida es lo que nos hermana con la lucha en Turquía; sus muertos y sus heridos son nuestros, su rabia es la nuestra por ello es deber intensificar nuestros ataques. El llamado es pues a salirnos de sus estrechos marcos, que ningún líder sindical estudiantil o cualquier individuo con afanes protagónicos delimite lo que sólo se construye en las calles, que no nos impongan ni la duración ni el carácter de las huelgas. ¡¡Huelga feroz y sabotaje!!
Nuestra condición de famélicos, desheredados, explotados, condenados nos reclama menos pasividad y más ofensiva y miles de individuos en Turquía nos recuerdan la fuerza que posee un pueblo rabioso; ni los prospectivistas podrían anticiparse a esta respuesta iracunda y es ésa una de nuestras mejores armas, la posibilidad de que cada manifestación y cada protesta se vuelva una batalla feroz contra el estado.
La tempête est venue.
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