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jueves, 25 de noviembre de 2010

La paradoja sexual del Trotskysmo

La teoría trotskyana de la Revolución Permanente encierra una notable paradoja de índole sexual. Por un lado, su radicalidad consiste en la reivindicación del coito prematrimonial, postura en la que rebasó por la izquierda a Lenin, o por lo menos al Lenin anterior a las Tesis de Abril (aunque hay que decir que en ese documento, el sexo prematrimonial es autorizado por Lenin más por estrategia que por principios). Sin embargo, la acertada observación de que el matrimonio no tiene por qué ser una etapa necesaria y previa a la consumación del acto sexual, nunca llevó a Trotsky a cuestionar las raíces profundas del matrimonio mismo, y por lo tanto nunca se deshizo de su idea monista del acto sexual y consiguientemente tampoco de su consecuente institucionalización. Para él, el destino de la humanidad se seguía pareciendo mucho al matrimonio. Pero a lo que me refiero con “las raíces profundas” de este último es aquello de lo que eran plenamente conscientes los Narodniki: el poliformismo sexual natural al ser humano, sacrificado primero en nombre del feudalismo y luego del capitalismo (esto último puede constatarse leyendo el capítulo 23 de El Capital); y lo estaban al grado de que, según A. V. Chayanov, los más radicales lo habían vuelto parte de su programa. El odio de Trotsky y del resto de los bolcheviques hacia los narodniki puede leerse como una suerte de envidia político/sexual de la que el jefe del Ejército Rojo estaba quizás mucho más consciente que los demás, lo que lo convierte en su víctima más interesante y más enigmática.

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