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jueves, 27 de mayo de 2010

Barbarie y tortura

Hoy ha llegado a mi correo electrónico un mensaje que se anuncia con el asunto: “Rolen éstas caras de asesinos”. Al abrir el correo aparecen cuatro caras de hombres jóvenes, cada una con el supuesto nombre del retratado al pie, y arriba de todas la leyenda ¡AESINOS! Debajo de las fotos aparece el siguiente texto “No los apoyes en darles trabajo ni reintegrarlos a la sociedad, sólo merecen castigo y repudio”.

Se trata de los jóvenes “mataperros de Tepic”, que hace una semana subieron al Internet un video en el que ellos aparecen torturando a un perro callejero valiéndose para tal fin de dos perros de ataque y palos. Yo no he visto el video, pero el correo contiene algunas fotos extraídas del mismo. Las imágenes desgarran por la evidente felicidad de los implicados frente a lo que seguro fue una crudelísima pesadilla para el ser vivo torturado. Me parece obvia la justicia de la segunda sentencia: “sólo merecen castigo y repudio”, nada menos, si no es que eso es hacerles un favor. Lo que cuestiono es quién y en nombre de qué ha de castigarlos. Y de ahí deviene el necesario cuestionamiento de la primera sentencia, “no reintegrarlos a la sociedad”. Lo ingenuo es creer que ellos no son parte de la sociedad, que son un ente indeseable al que puede aislarse, encerrándolo, para acabar con el problema.


Porque ¿a qué sociedad se supone que no debían de reintegrarse? La tortura y el terror sicológico son dos componentes fundamentales del sistema jurídico que vigila la continuidad de las dinámicas sociales. No es secreto que ninguna de las “democracias” occidentales más “avanzadas” ha contado siempre con policías políticas que tienen por uno de sus objetivos aterrorizar a los disidentes siendo una amenaza permanente de tortura, y pasar de ser la mera amenaza cuando capturan a sus presas. Y cuando hablamos de países menos democráticos, como el nuestro, el terror sistemático se ejerce desde las fuerzas armadas legitimadas por estados de excepción y de guerra declarados por los jefes de estado. Que alguien considere lo parecido que debieron haber sido las respectivas agonías de Ernestina Asencio y del perro callejero de Tepic (sólo quien piense, como en el siglo XVI, que el hombre es por gracia divina superior al resto de las bestias objetará esta legítima comparación). La primera corrió a cargo de militares con licencia para hacerlo, la segunda por jóvenes de un CONALEP que se comportaron como militares.

Pero el asunto no para ahí, la violencia imitada concientemente por esos mozalbetes no se ejerce ni se expone como modelo a seguir sólo por el Estado. Los medios masivos de comunicación, pero sin duda también otras formas de difusión de la “cultura” han hecho de la tortura un culto sagrado. ¿Qué podemos decir de películas “gore” como “Flower of flesh and blood”, que consiste en la exhibición de un descuartizamiento?, ¿o de las animaciones hentai en las que lo particular de las relaciones sexuales expuestas es que no son consentidas por la parte femenina, o sea, que son violaciones?, Me pregunto si las películas de Tarantino están de moda por su calidad artística, o si ésta última es sólo el pretexto de las clases medias para saciar sus ansias de ver correr la sangre. Detestables series televisivas como “Padre de familia”, o “South Park”, por crítica que se crea ésta última, reproducen sistemáticamente esta cultura de la tortura.

Ahora bien, lo que acontece con los “mataperros”, es que nos han embarrado en la cara que la sociedad civil es capaz de llegar a los mismos extremos que el ejército y que los personajes de las mentes más perversas de los creadores de cultura televisiva. Todo lo que han hecho es aprovechar los nuevos medios de difusión para aclararnos a todos algo que ya sabíamos. ¿No es voz popular que los pandilleros salvadoreños golpean con brutalidad durante determinado tiempo a sus neófitos como rito de iniciación?, ¿No causó la película “Tesis” cierto revuelo porque denunciaba un hecho supuestamente real?, ¿No es tortura lo que los pastores de las iglesias católica, judaica y anglicana le hacen a los niños y por lo cual apenas comienzan a ser amenazados con el castigo secular?

Los “mataperros” son parte orgánica de nuestra sociedad, indicio de que una cultura de la tortura la ha corroído hasta las entrañas: No son los yupis asesinos de mujeres de Ciudad Juárez protegidos por su parentela de élite, son cuatro jóvenes del CONALEP, hijos de trabajadores como todos nosotros. Pretender que son una piedrita más en el zapato del “mundo libre” que se puede sacar para luego seguir en el camino del progreso y la civilización es, a mi juicio, muy estúpido. Estamos en lo que Rosa Luxemburgo había profetizado a principios del siglo pasado, estamos en medio de la barbarie. La refundación total de la sociedad, y no la marginación de algunos, es la única salvación ante tal escenario.

Una sociedad como la nuestra, que se basa en la reproducción de la escasez en medio de la abundancia, no puede sino generar paulatinamente relaciones de odio y de destrucción, de violencia mutua, entre los que viven sin presente y sin futuro, entre los excluidos. Rosa decía que el socialismo era la única alternativa a la barbarie, yo le añadiría el epíteto “libertario”. Pero ni el socialismo ni el socialismo libertario han de entenderse como una disculpa populista de quienes han decidido ser como el estado o como cualquier torturador de las caricaturas. Ha de entenderse en ese punto como la redención de los torturados, como la realización del sentimiento de venganza que constituye el único estado de ánimo desde el cual puede hacerse una revolución. Por eso el socialismo es aquel orden en el que los agravios del pasado son irrepetibles, ningún torturador puede tener cabida en él.

Pero para adquirir conciencia de la radicalidad del cambio necesario, vernos todos en el espejo de la tortura es un paso imprescindible.

Salud.

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