---------- Mensaje Reenviado ----------
Que los estudiantes y la juventud son la esperanza, dicen, porque la esperanza la encuentran en lo que dejará de ser, pues ambas condiciones son temporales.
Los estudiantes que se ven son personas que aspiran a una movilidad social personal o a lo sumo familiar, no les importa el resto de jodidos. Le temen a lo ilegal, a lo violento, a lo incendiario, hasta a lo irracional, a las calles, a la pobreza. Por eso no ofrecen su conocimiento a cualquier persona, ni a cualquier causa que reivindique acciones que pongan en riesgo su comodidad casera. Muy bien han entendido que deben valorar sus años de estudio en pesos, que para satisfacer su idea de solidaridad, está la generosidad institucionalizada del servicio social.
2+6+3+3+4 años son suficientes para que se adapten a un sistema jerárquico y autoritario. Hasta cuando se manifiestan en las calles necesitan reconstruir las relaciones aprendidas; en las marchas, por ejemplo, hay quienes organizan y quienes apoyan, quienes negocian y quienes ceden, quienes prohíben y quienes obedecen.
Lejos de aquellas esperanzas, los estudiantes y los jóvenes (como el resto de la población) también son porros, rateros, trabajadores, mercenarios, infiltrados, tiras, drogadictos, obedientes, moderados, miedosos, huevones, juniors, mantenidos, machistas, feministas, egoístas…
No son los estudiantes ni los jóvenes por el simple hecho de serlo la clave de la revolución. No permitiremos siquiera que nos dirijan ni por ser estudiantes o doctos en un tema. Así que no llegue un grupo de estudiantes vergueros a decirnos qué es revolución y cómo los pequeños grupos politizados deben guiar a las masas, o qué es anarquismo y cómo debemos de luchar por él, desde un lugar comodísimo que no están dispuestos a abandonar, cuando nosotros sí estamos construyéndo con nuestra vida lo que queremos y decimos.
Vivo dificilmente la anarquia, sin dueñ@s e insumis@. Por el aprendizaje, sin instituciones que lo regulen. Niñas, jovenes, adultos y ancianos en la lucha.
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