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lunes, 1 de noviembre de 2010

EL PROFESOR DE TU DENTISTA

EL PROFESOR DE TU DENTISTA

-¡Órale, no empujen! ¿te quieres sentar en mis piernas?, pues falta de confianza-; tu voz llamó mi atención. Todos los del microbús se reían pues hablabas muy fuerte, no se reían contigo se reían de ti, yo también.

Te ofreciste a cargar la bolsa del muchacho que venía parado a tu lado, él dijo que no y tú insististe, él se volvió a negar con cara de desconfianza. Todo el trayecto platicaste en voz muy alta con un conocido tuyo que estaba sentado a tu otro lado, así fue como supe tu historia, así como te conocí. Supe de tu boca que eras pobre, que vivías al día, también que vendías chicles, paletas tutsi y cacahuates en la merced. El microbús seguía su curso y tú tu angustioso relato. Contaste que no te gustaba el alcohol y las bebidas “briagantes”, que no te tomabas ni una copita de rompope, tu conocido dijo que un trago de vez en cuando no era malo sin embargo tu negaste eso rotundamente. Casi enseguida tu conocido se bajó en donde me supongo era su casa.

Te volteaste a mirar quién venía sentado detrás de ti y le preguntaste a este hombre: -¿Usted es el que me venía empujando?- y él te contestó: -No, ese se bajó allá atrás y le dijiste riendo a todo pulmón, -Ah sí, échale la culpa al otro; cuando menos me di cuenta ya venías charlando sobre tu vida con esta nueva persona, con la misma candidez que con la anterior.

Dejé de reírme cuando contaste que en febrero pasado tu esposo murió dejándote sola y en el desamparo, tus primeras lágrimas empezaron a rodar, escuché claramente como tu voz alegre y chistosa se cortaba para abrirle paso al dolor, dijiste que no te lo esperabas, qué aún no te acostumbras a su ausencia. De pronto cambiaste de tema como espantando el dolor y le dijiste a este hombre, que también dejó de reírse de ti para escuchar atentamente la vida de una mujer que podría ser su madre, que tu muela te dolía mucho que habías ido con un dentista y te puso una curación provisional pero que aún así te dolía pero que no irías a verlo hasta que tuvieras dinero pues son “trabajos caros” y con tu venta apenas sacas para medio comer.

Seguiste quejándote de tu muela, ¡con lo que duele una muela!. En ese momento desee conocerte más, quería ser la amiguita que dijiste tener, quería ser una hija para ti y en el mejor de los casos deseaba ser tu esposo que te esperara en casa para consolarte, para decirte que todo era un mal sueño. Pero pensé que lo que en ese momento te ayudaría más es que hubiera sido un profesor de tu dentista que le enseñara que el conocimiento debe servir, sobre todo, para ayudar a mejorar la vida de otros más que el enriquecimiento propio; que le hablara de los horrores de la pobreza del compromiso social que un universitario tiene, que un dentista tiene.

El trayecto terminó para mí, bajé del microbús y no supe ni tu nombre, pero tus palabras hicieron eco profundo en mí, tuve muchas ganas de llorar pero no lo hice, por ti no lo hice en vez de eso me llené de rabia por este mundo que te ha dejado, me ha dejado, nos ha dejado a todos sin opciones y me comprometí a recordarte en mi andar y a intentar por todos los medios derrocar este mundo causa de tu tristeza, de tu pobreza, de tu infelicidad y de la mía.

3 comentarios:

  1. No estoy de acuerdo en que el "compromiso social del universitario" sea un problema de las conciencias individuales. O sea, si los dentistas no atienden a los desposeídos no es porque carezcan de conciencia social, sino porque están en pleno derecho de vender su fuerza de trabajo y no regalarla. Regalarla, por el sólo hecho de que el otro es pobre (y es algo que muchos dentistas hacen) es un acto de caridad cristiana antes que de conciencia social, y equivale a santificar el orden social antes que a cuestionarlo. El capitalismo pone al dueño del conocimiento social en una encrucijada. Me parece que el asunto tiene dos salidas justas: la primera, pugnar para que el estado pague, con los impuestos de todos, programas sociales de aplicación del conocimiento verdaderamente efectivos y socializantes. Ésta salida es realista, pero no gustará a los anarquistas. La otra salida, igual de realista pero mucho más difícil, es la asociación libre de los poseedores del conocimiento social para su aplicación socializante. Aquí hay otra encrucijada de la que no conozco la respuesta: esta segunda salida pasa por alto el hecho de que una parte muy considerable del producto social es acaparada por el estado por medio de los impuestos, por lo que la exigencia de su redistribución es un acto justo; si la asociación libre pretende construir su infraestricura con recursos propios estará legitimando el robo de esa parte acaparada del producto social por parte del estado, estará pues, trabajando doble. La autogestión no checa si no es precedida de la expropiación de los medios de producción, creo yo.
    Salud.

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  2. En todo caso el problema real es que "exista ese compromiso social" que marca la linea entre la gracia y la desgracia entre los que tienen y carecen, la realidad social es esa, un mundo de explotación e injusticias, donde algunos podrán comprarse los dientes más caros y otros no tengan dinero ni para la consulta, pretender cambiar eso en un sistema que garantiza la explotación e injusticia es no una utopía, sino un sueño que se aparta de la realidad existente.

    Y es cierto también que son posturas morales y no económicas las que hacen que una persona adquiera un compromiso social para con los otros, pero mientras no cambiemos esta tormentosa y agreste realidad ¿que nos queda? ¿exigir lo que por derecho nos corresponde y se nos ha sido arrebatado junto con todas nuestras libertades?

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  3. Sí pues, todos sabemos que lo que está mal es el orden social en su totalidad, pero si nos quedamos ahí y no nos pregutamos nunca en qué términos queremos transformarlo y en consecuencia no buscamos qué es lo que en específico está mal de ese orden nunca dejaremos de hacer panfletos que a nosotros nos dejan muy satisfechos, pero que a nadie más le importan,.

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